jueves, 7 de febrero de 2013

Para el que menos le importe:


La Locura, como siempre tan loca, fue la que le dijo al oído a aquella chica: ¿Te quiero? Menos mal que la chica nunca jamás lo oyó. Incluso, que impertinente, los interrogantes se los tuve que poner yo, porque si fuese por la Locura… Normalmente se le escapan mis sentimientos atropelladamente por la boca, porque en general no tiene tiempo de pensar lo que dice y las consecuencias ya que está demasiado ocupada intentando reprimir las manos, que hasta ella se da cuenta de que no puede ser. Y eso suele ser un problema para mí. Siempre empieza a describir mi alma igual, dice “Me asusta lo que tengo que decirte, pero no puedo evitarlo. Estoy loca”. Y a continuación… Sálvese quien pueda. “¡Quién pudiera volverla cuerda algún día!” Acostumbro a decir yo. Luego me doy la vuelta en la cama, me vuelvo a dormir y cuando me levanto ya se me ha olvidado. Así que todo sigue como de costumbre y me sorprende descubrir que no voy a cambiar, ni ella tampoco y que algunos perros son más listos y más interesantes que algunas personas. Sin menospreciar a los gatos. También me gustan los gatos. De hecho, ahora que lo dices no se cuál es mi animal favorito, pero creo que da igual. (Se sentó en un banco y reflexionó largo y tendido sobre ello. O no. Las palomas agradecieron un poco de compañía igualmente.)
¿Sabes? Todo es porque no quiere admitir que se ha equivocado. No para de decirse en voz alta (por convencerse) que el corazón a diferencia de la razón no se equivoca, que hay que hacerle caso, que no se está tan mal aquí y que llegará el día tarde o temprano. Y yo la interrumpo y le digo: ¿Por qué estás tan segura? Y ella me dice: ¿Por qué no? Así que yo supongo que cada uno hace con sus gustos lo que puede y puedes seguir deseando algo por muy improbable que sea. Porque eso no significa que sea imposible, solo que es mas difícil que otras cosas. Como por ejemplo hacer la cama, que es bastante fácil y por eso creo que no nos gusta tanto como estar enamorados o enamorar a alguien.
Sea como fuere, la Locura debería aprender a meterse con cosas de su tamaño y a encajar mejor las derrotas. Tan impulsiva, tan pasional y a la vez ese toque inocente de pensar que todo va a salir bien. Venga ya. Si llevas un agujero en los calcetines, no puedes pretender que ese día no te toque quitarte los zapatos. Eso es así. O intentar que crean que has llegado tarde porque te pareció ver un unicornio a lo lejos y eso te retraso, ya que casi todo el mundo esta seguro de que los unicornios no existen y por eso mismo no lo hacen.
Pero tampoco por ello va a ir por ahí diciendo que supone que las nubes son solo eso: nubes. Sería como convertirse en lo que más miedo le da: Una persona normal, que son las que se mirar en los cristales de los escaparates para ver como van conjuntadas hoy porque no han tenido tiempo de hacerlo en casa, llegan tarde. Tienen prisa por vivir y les queda mucho por hacer. ¿Qué importa como vayas? ¿Por qué importa eso más que mirar alrededor? Y sobre todo ¿Quién decide esas cosas? La locura nunca tiene tiempo de pensar en esto, y se alegra. De hecho, piensa poco en cosas de este mundo. Así que termina llenando su mente con lo que le viene en gana, sintiéndose una rebelde sin causa solo por tener un poco de personalidad e imaginación. Que limitar las cosas a su sentido estricto no era su loco estilo. No le habían puesto sobre la espalda ese par de alas para no usarlas. Ni más, ni menos.
A la Locura a veces se le va la cabeza y desaparece. Me deja tranquila, me deja dormir y durante un tiempo no tengo oportunidad de preocuparme por donde estará metida. Ya estoy bastante ocupada haciendo cosas que cuando ella está no puedo. Pero pronto la echo de menos y al final salgo a buscarla, no tengo muy claro por qué. Y siempre la encuentro por los mismos chupitos, que son mano de santo para recordarme que debo olvidar arrepentirme por haber salido otra vez a por ella, porque he hecho bien en ir a su encuentro. Que ya es mayorcita, pero aun así me necesita. Y bebemos juntas y por eso al día siguiente no me acuerdo de muchas cosas, aunque si de suficientes. Entonces, encontramos el camino a casa tan solo a horas intempestivas. Subimos a duras penas las escaleras: en mi habitación yo me siento en el suelo, ella me destroza la cama; y cuando estoy a punto de cerrar los ojos por un rato largo, me mira desde arriba con esa cara que solo nosotras sabemos que significa que ha vuelto, que se acabó eso de dormir, se me tira encima de un salto y me dice al oído bueno, tan despreocupada“¡Qué nos quiten lo bailao!”. En ese momento nos reímos hasta que nos duele la barriga mientras nos pegamos que da gusto con la almohada que aun parece estar mojada desde la última noche triste. Yo me doy cuenta y por eso me cambia de tema enseguida, porque sabe que sino voy a empezar a pensar en cosas que no debería y esa es la única forma de intentar pararme los pies. Así que le digo que está bien, que nada de pensarla esta noche (aunque es un poco mentira, supongo que solo es que la pensaré un poco mas tarde), me rindo a la evidencia temporalmente, la dejo que me despeine y le juro que saldré a buscarla siempre que se vaya porque estoy orgullosa de que este a mi lado, no pretendo engañar a nadie, yo también la necesito. Pero que la próxima vez pararemos de beber antes, porque un día de estos me mata, y tenía que prometérmelo muy seria. Así que no me lo prometió.

-Y cuando has encontrado un punto medio al fin, entonces, ¿Por qué seguir, arriesgándote a hundirte? – Me dice quien aun no lo entiende.
- Porque no puedo evitarla. Eso sería negar nuestros impulsos, que es negar lo que nos hace humanos. Y porque nunca se me ha dado bien saber cuándo se supone que tiene que empezar a dejar de gustarme. Bendita Locura. –Les respondo amablemente, mientras la veo tropezar con mi propia trenza. Aunque esta vez, al caer como nunca antes había hecho y como ese libro dijo una vez, sonrió al cielo terso. Con un poco de esfuerzo podría levantarse sola.

4 comentarios:

  1. Hay cientos de locuras diferentes (aunque es una pena que sean tan pocas entre tantos idiotas), y quien no salga a su encuentro vería pasar la vida sin realmente probarla. Pero no olvides que tú eres otra de esas locuras, que vales lo mismo y que te deben buscar igual que tú lo haces. No te resbales nunca en el chupito de quien no merezca catarte, échate un candado para los cobardes (los que tienen miedo a descubrirse a sí mismos). Pero si experimentas el dolor que produce que la locura corra más rápido que tú.. sabes donde encontrarme. Entre cenizas y a los ojos de la luna.
    No olvides que hay otros candados que nunca separarán lo que ya está unido.


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  2. La Locura está presente en cada uno de nosotros. En mayor o en menor medida, pero está ahí, y como muy bien has dicho forma parte de nuestra condición. La verdadera diferencia radica en quien tiene miedo a darle rienda suelta y quien la deja que campe libremente por nuestra mente. Yo soy de las segundas, ya tú sabeh... y bien orgullosa que me siento de ello. Probablemente no te habría conocido de no ser así.
    No te plantees ni por un momento cambiar tu manera de ser. Eres mi pollica perfecta =)
    ¿Valentía o temeridad? Eso que lo decida la Locura, tú simplemente vive...

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  3. ¿Sabes una cosa? Todos los días sale el sol, el único inconveniente es que a veces nos cuesta más encontrarlo que otras, pero esto tiene solución lo único que hay que hacer es salir a buscarlo y no dejarlo pasar!
    A veces un mínimo rayo de luz alegra el peor de los días… Búscalo

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  4. La locura es muy loca, a veces no sabe lo que quiere, esta confusa, perdida. Pero es inevitable y siempre te encuentra, mas tarde o mas temprano. No huyas de la locura, es una de las cosas que te hace especial...

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