viernes, 11 de mayo de 2012

Tú no estás.


No bien se había recostado en la cama, cuando calló en un sueño muy profundo. Viajaba sumida (sumisa) en una discusión constante entre si merecia algún tipo de recompensa y cual, y por supuesto si se la darán. Y se pregunto: ¿Qué es esto que me pasa? ¿Quién eres por dios y dónde estabas?
Lo recordó un instante después de abrir tímidamente los ojos, acostumbrada a que hubiera alguien más en su cama, y lo olvido el resto de su vida. Para siempre jamás.
Fue sencillo. No podía en ese momento retener nada más porque todo su ser estaba ocupado digiriendo esas palabras que se le habían quedado clavadas la noche antes. Te quiero. Dios, ese sabor en el corazón que no sabía si era bueno o malo. Que no sabía...
Lo demás, parecía normal. La hora de despertar, (con toda la sábana para ella, cosa inédita) era justo la de siempre: tarde, aunque ella tenía la impresión de haber cerrado los ojos apenas un instante exactamente. Allí, en el vacío de su habitación solo la alegro pensar que no le daba tanto miedo la oscuridad. Al menos no más que la propia luz. El caso era que ahora no había ninguna de las dos cosas. Ni eso, ni mucho, ni poco, ni nada. Ni grande, ni pequeño, sino todo lo contrario y aquello si que le daba miedo. Busco obsesionada entonces esa cosa que la confundía, que no sabía si era muchas veces fruto de su imaginación, o existía en realidad: el olor a besos en la almohada. Y no estaba, pero porque no los había habido, así que lloró.
Oyó campanas, e inconscientemente en ese momento le hubiese gustado que fuesen por su funeral pero eran solo de misa de doce. "la religión es cosa de viejas" pensó, sorprendida de tanto prejuicio de oligofrénicos.
Salio a la calle, lo necesitaba. Compró cualquier cosa, y por primera vez en mucho tiempo al meter la mano en el bolsillo, sacó justo la moneda que necesitaba. No era buena señal y lo sabía: ya había gastado toda la suerte  de ese día...
Entró a desayunar al bar de los sábados de resaca, pero era domingo y no había bebido mas que incertidumbre toda la mañana, así que la camarera del "te pongo lo de siempre" supo que algo no iba bien. Lo descubriría muy pronto.  Cuando se acerco, le dijo muy claramente antes de que pudiera preguntarle qué quería: "vuelve a casa y quédate para siempre, hoy se que te echo de menos" para lo que la respuesta fue igualmente contundente "no", por lo que se fue con sus abrazos a otra parte. Sentada en el suelo de su cuarto, paso el resto del día desordenando sombra, algunos fantasmas de las navidades pasadas y otros pocos del presente. Se acabó. Pero aun así no se permitió verse llorar de nuevo ante el espejo. Y eso que le daba rabia reconocer que el pecado  de los Ángeles caídos fue el orgullo, que la llenaba ahora. Mentira. Era rabia.
Se apunto una frase que encontró por ahí:"te adoro porque me volviste puta" pero tampoco le dio mucha importancia, solo era ingeniosa, así que la tacho y en su lugar puso simplemente "Mm..." en francés. Mira que le gustaba el francés. Au revoir pues fue lo último.
El dolor que sentía, quería metérselo por donde le cupiese a más de uno. No era todo por su culpa, pero el caso era el mismo. Brindó, sóla, "para que el mundo se acabe justo cuando nos hayamos divertido suficiente y no antes"; intento no interrumpirse a ella misma diciendo que entonces ya estaba bien, y se fue a morir en silencio a un rincón.
Lo sentía todo. Era así.